Si es muy importante (y esto es algo generalmente aceptado), por ejemplo, que el alumnado adquiera a lo largo de su escolaridad las habilidades necesarias para leer y escribir con suficiente soltura y corrección, también lo es que sepa interaccionar con sus compañeros y compañeras y que adquiera las habilidades cooperativas (que no son innatas) porque esto le permite: confrontar ideas, intercambiar información, modificar conceptos previos, conocer y compartir estrategias de aprendizaje distintas de las personales, aceptar puntos de vista diferentes, ayudar y recibir ayuda, solucionar problemas en grupo, desarrollar la capacidad de comunicación...
Por ello, una vez que hemos desarrollado durante el tiempo necesario las actividades correspondientes a la Fase I del aprendizaje cooperativo y que tenemos, por tanto, cohesionado el grupo, es el momento de organizar el aula en equipos de base cooperativos. Damos con ello comienzo a una nueva fase (Fase II) en la implementación del aprendizaje cooperativo. En esta fase hay que tomar también decisiones en dos ámbitos distintos: agrupamiento del alumnado y técnicas empleadas para la consecución de los objetivos y para la adquisición de los contenidos curriculares, técnicas que, al mismo tiempo, permitirán al alumnado aprender a cooperar y cooperar para aprender.
